El día que un filósofo fue test driver del Citroën DS

En su obra Mitologías, Roland Barthes dedicó un ensayo completo a este vehículo, ícono de la cultura francesa y de la industria automotriz.

Especiales | conduciendo | 24/05/2013 | Compartir

“Creo que los automóviles de hoy en día son casi el equivalente exacto a las grandes catedrales góticas: quiero decir, la creación suprema de una era, concebida con pasión por artistas anónimos, y consumida en imagen y en uso por la totalidad de la población que se la apropia como un objeto puramente mágico”. Este elocuente párrafo inaugura El nuevo Citroën, un ensayo incluido en Mitologías, escrito por Roland Barthes hacia el año 1957.

Este texto del filósofo y sociólogo nacido en Francia tiene como protagonista a un ícono de la cultura popular de aquel país: el Citroën DS, un vehículo que irrumpió en el año 1955 con un diseño futurista e innovadora tecnología, producido durante dos décadas completas, el cual obtuvo reconocimientos como “El auto más bello de la historia” por parte de la publicación Classic & Sports Cars, entre otros numerosos galardones. Las crónicas cuentan que a menos de un cuarto de hora de su presentación en el Salón del Automóvil de París, ya habían sido realizadas más de setecientas reservas. 

Más de cincuenta años más tarde, Citroën sigue apostando por esta línea de vehículos, confiriéndole un estatus que ha convertido a DS, incluso, en una marca. DS5 es la última adición a esta familia, un automóvil destinado a usuarios del segmento premium. 

Es por todos sabido que el señor Barthes no fue un test driver: sus letras e intereses formaban parte de un círculo más amplio. Ahora bien, repasando el mencionado texto, bello por donde se lo mire, el filósofo de Cherburgo se asemeja a uno de ellos, aunque con su característico refinamiento. “El cuadro de mandos parece más la superficie de trabajo de una moderna cocina que la sala de control de una gran fábrica. Las delgadas tazas de metal mate estriado, las pequeñas palancas rematadas por una bola blanca, las simples esferas, la gran discreción del trabajo del níquel, todo esto significa un amable control sobre el movimiento más que sobre el rendimiento. Uno se encuentra obviamente girando desde la alquimia de la velocidad hacia el disfrute de la conducción”, versa uno de los párrafos.

Remata Barthes: “En los salones, el automóvil es explorado con una intensa y amorosa dedicación: es la gran fase táctil del descubrimiento, el momento donde la maravilla visual está a punto de recibir el asalto del tacto (el tacto es el más desmitificador de los sentidos, al contrario que la vista, que es el más mágico). La carrocería, las juntas pueden ser tocadas, la tapicería palpada, los asientos probados, las puertas acariciadas, las butacas sobadas; tras el volante, uno desea conducirlo con todo el cuerpo”.

¿Qué compañía del sector no quisiera contar con un test driver tan amable con su producto, además, tan diestro en el arte de la escritura?

El texto completo (en francés) puede ser leído en este enlace.